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No me parece demasiado aventurado sospechar que estos pueblos pampeanos fueran parientes lejanos de los primeros que localizamos en las estepas siberianas.

Ni me parece necesario aplicar demasiado imaginario para sospechar que conocieron parecidas desventuras. Sólo que unos se dieron a la lucha por imperios; y los nuestros, que al fin sólo pretendían conservar lo puesto, sin consideración alguna de su identidad, fueron masacrados sin piedad.

133 años demoraron en Naciones Unidas en aprobar la Declaración de derechos de pueblos aborígenes; y no sería problema para Sarmiento estar hoy sentado en el recinto aprobando esos acuerdos. Tal vez sería hoy el primero en apoyarlos; pero no titubeó en descalificarlos por completo en aquellos no tan lejanos tiempos.

Qué dilemas nos regaló siempre la incomunicación; las urgencias de las civilizaciones, de sus gobiernos y sus progresos.

Con qué mansedumbre y diligencia atendía su trabajo y a nuestra alerta recordaba la mesera el origen de su abuela. Con qué capital de gracias se la descubría la más antigua de la escena; regalándonos en su belleza natural, el más patente y sereno reconocimiento de sus sufridas raíces.

La fusión de identidades me parece la materia que más milagros reclama y alcanza, dado que conlleva la más inefable memoria de dificultades; por no decir, de atrocidades.

Y así como la globalización aparece amenazando identidades, así me parece forjando estos milagros. Y a pesar de todas las pestes que puedan decirse de ella, no veo herramienta más providencial.

La globalización conlleva hoy asombrosos desarrollos de los niveles de comunicación; a la que sin duda caben todo tipo de juicios. Pero cualquiera de ellos, mejor que los degüellos de unos y otros.

Gocémonos de la comunicación y profundicémosla, para que hasta los degüellos metafísicos, vayan en disminución.

No será tarea fácil, porque pareciera que hasta los corderos degollados llamados a remisión fueran constitutivos de nuestra naturaleza más humana.

Abramos entonces nuestra alma a los arquetipos, para un día alcanzar, merced a integridad, conciencia de estos concretos arquetipos personales que lucen ocultos en infinidad de sufridos comportamientos.

Hoy y siempre recordemos a estos pueblos; y celebremos de la forma más respetuosa imaginable, sus sacrificios.

Ello no irá en desmedro de nuestras raíces. Por el contrario, nos permitirá descubrir qué valor tiene la ajustada austeridad de estas miradas para facilitar acceso a integridad y así comenzar a intuir nuestros propios olvidos.

 

Esta tarea comienza, tal cual nos lo revela Odell, en oportuna tarea personal.

Que habiendo atendido en su rica y larga Vida sus simples y concretas responsabilidades, no parece en ella necesario salir de las esferas del hogar para alcanzar a ser memoradora poética del fuego que aún mantiene al oso cavernario y a su raíces activos;

atravesando los océanos de los olvidos y los tiempos,

contentos , redimiendo.

FJA . 2.10.07

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fusis

La frase de Heráclito FusiV kruptesqai filei , traducido vulgarmente como "la Naturaleza ama el ocultarse" merece algunas consideraciones. En primer lugar, en tiempos de Heráclito, Füsis no era Naturaleza, sino esa relación de materia y energía signada por la fecundidad.

Relación que siempre me pareció apropiada relacionarla a la fecundidad que surge de la relación adecuada de espíritu y raíz; de marcos vinculares y marcos parentales; en donde el marco parental hace lugar con su ocultamiento a la presencia del espíritu que viene del marco vincular, para trascendernos en eso que llamamos personalidad y unas cuantas cosas más que la acompañan.

Entender el sentido de este ocultamiento de nuestras raíces para dar todo el lugar al espíritu que habrá de ventilarnos, es entonces algo bastante primario.

Lo inmanente en nos, aunque oculto, se ocupa de asistir la elevación de nuestros esfuerzos; pero, en silencio. Ese silencio es aporte a esa Füsis, a esa fecundidad.

Sólo desaparece ese compromiso cuando la relación vincular está rota. Allí cumple su roll como "Amor propio profundo"; equidistante de lo que llamamos autoestima.

Esta, al igual que la personalidad vienen derivadas del espíritu vincular. El anterior sólo sirve para mantenernos en pie en los inviernos de la Vida, pero sin lucimiento alguno, otro que aquel que luce en callada integridad. Y tan sufrido, que abisma y suele confundirse con la "nada existencial".

Ya entradas en años años es dable observar que muchas Vidas van abriendo en alguna forma de memoria esa arca oculta de sus orígenes. Apertura que se manifiesta con palmaria claridad en los días finales que suelen estar acompañados de crecida soledad; en donde son sólo ellos, los que llenan el presente diario con los buenos recuerdos de la infancia.

Estas instancias siempre aparecen descalificadas como demencia senil o calificativos parecidos. Pero de hecho, grande es la economía que acerca de esta forma la Vida, para mantener entretenidas y acompañadas estas Vidas.

Esta es la forma más común y natural de la trascendencia de las inmanencias. Ver estos textos en pdf.

Pero volvemos a recordar, que lo natural y funcional a la fecundidad, es el silencio de estos marcos parentales haciendo su aporte a la elevación de esfuerzos, y dejando todo el lugar de los sueños, intelecciones, elecciones, azares, alegrías y tristezas y demás verduras que engalanan nuestra Vida, al espíritu que desde el marco vincular nos viene a ventilar.

Hay mil formas para que este silencio se mantenga inalterable y en general es el ego el punto más perturbable y vulnerable donde se marcan los límites y toda clase de advertencias.

En adición de territorialidades, cabe recordar o más bien imaginar, el fenomenal abismo que queda regalado cuando a esos marcos parentales les enchufan los estigmas del "pecado original".

Así, a esos marcos nadie se arrima; y a cambio vienen regalados unos cuantos arquetipos colectivos que ocuparán de alguna forma ese lugar.

Aquí aparecen los "absolutos" y se acaba toda relatividad. De esta y de mil maneras, dispone el espíritu de abundantes herramientas para actuar.

En los últimos años han venido apareciendo propuestas auxiliares que algunos calificarán de metafísicas; tal el caso de las algo más reconocidas "constelaciones familiares", que de alguna forma abren conciencia a estos territorios y con un poco de mayor profundidad van extendiendo los límites impuestos a ella por el espíritu vincular.

De todas formas, las oportunidades y formas de sentir un poco menos ocultos estos marcos parentales, son múltiples. Y una de ellas pudiera ser la apertura simpática del vínculo, -que no necesariamente tiene que ser matrimonial; puede ser amical- acercando noticias oportunas de estos territorios; e incluyendo en ese marco de simpatías, las bendiciones o fecundidades que pudiera sentir estar recibiendo de ellos.

Tal es la situación que me tocó vivir durante muchos años con Odell; en donde el más claro acceso a conciencia de sus valores e intervenciones me tocaban más de cerca que a ella.

Estamos hablando de accesos a conciencia. Sólo de eso; porque a no dudar, esas raíces trabajan y acercan su savia, a su propia descendencia y no a terceros. Estos sólo parecieran ser involuntarios mediadores de mínimo reconocimiento, facilitando de esta forma acercar memoria, sin necesidad de romper el ocultamiento debido.

La lista de memoria que ha pasado por mi conciencia de los campos ancestrales de Odell es poco imaginable en relaciones normales.

Sin embargo, me ha tocado en suerte sentirme mediando involuntariamente, pero con gusto y mucho aprecio esa memoria; para ser memoria valoradora y confiadora existencial, persistencial, resistencial, asistencial y consistencial, en los esfuerzos que a Odell tanto urgieron, haciendo tal vez, un poco menos marcada su soledad.

Comunión y memoria fueron por muchos años de la mano; y la comunicación íntima y la más profunda también tuvieron oportunidad de manifestarse en ajustadas oportunidades. La web ya ha hospedado de nuestra vieja relación amical momentos tan íntimos, como bien extimidados.

Pero es ahora, cuando trascendencia a mí al menos me alcanza de la obra de Odell sintiéndola rozar la memoria colectiva de las tribus mencionadas, que la comunicación me mueve a territorios nunca antes transitados con esta seriedad.

Esa trascendencia viene de la propia obra; y es cabal destino que la obra de arte logre consumarse alcanzando a localizar, en este caso, su tan oculta memoria colectiva.

Allí trasciende en forma arrolladora y el propio artista puede verse sin duda, el más sorprendido. Sigue bendiciendo lo salvaje de la obra, pero no aprecia acreditársela a parientes lejanos que a través de él y de su obra piden alguna forma de redención.

Es impropio imaginar que convenga sea el artista el que avance con palabras en esa dirección. Él no habla, sólo obra. Ya tiene de sobra con ello.

De hecho, volvemos a repetir, él es el último en enterarse; porque esos marcos siempre debieron permanecer ocultos en él. Aunque sin duda, en la piel inmediata inferior de la conciencia ya estaban manifestándose.

Memoria personal, memoria compartida y memoria colectiva, son etapas de la Vida espiritual que van alcanzando al campo vincular en forma naturalísima, crecida comunicación. De hecho, las escalas y sucesiones mencionadas, lo apuntan con claridad.

Pretender mantener callada la tracendencia de la memoria colectiva, o aun la misma trascendencia de la memoria compartida, es algo que conlleva complicadas situaciones. Situaciones que al parecer, me están tocando vivir.

He tratado muchos años con Musa vincular, correlato de Tetis, diosa oceánica de indecibles. Y bien de sobra conoce Odell cuáles son mis sentimientos al respecto de secretos.

Luego otra Musa vincular me abrió durante veinte años como lo haría Metis, a los campos miméticos y poéticos.

Hoy sigo a quien a Temis refleja, en sentimientos y esfuerzos, con alegría.

Nunca me ofrecí a guardar secretos. No soy confesor, sino editor; y llevo en mi sangre ese sello desde 1892.

La misma trascendencia de la obra, su amplia memoria compartida y la eurística que alcanza después de más de dos décadas de estar a su lado profunda memoria colectiva, apuntan a que no los haya.

Siempre me pidió Odell y dijo repetidas veces a sus Hijos que depositaba en mis aprecios el cuidado de su obra, si ella partía antes de que la obra encontrara su camino más abierto.

No me interesa cerrar o demorar esos caminos. Por el contrario, en lo que a mi respecta, haría lo que estuviera a mi alcance para comunicar su trascendencia y no para guardarla en una cueva.

No me interesa ser el análogo de Köchel para los Verzeichnisen de sus obras.

No me interesa ser depositario de obras ni de secretos. Ya tengo con que entretenerme con mis propias obras; y a mis pocos secretos no dejo de ventilarlos.

La elección que Odell hiciera en el catálogo que anoche me entregara, de una vieja nota de aprecio de Raúl Santana, señalando éste que a esta obra no se accede por memoria o comunicación, sino por comunión; pudiera estar señalando los límites que quiere Odell poner a memoria compartida por más de 22 años; y ni que hablar, a la memoria colectiva que pudiera alcanzar los 800 años.

La obra de arte está llamada a trascender más allá del artista y de hecho es una fortuna crecida que así ocurra.

Esa trascendencia puede alcanzar a un sólo individuo, como a toda una tribu. La comunicación es lo más auxiliar de toda esta fenomenología, que empieza por el afecto y se amasa en la permanencia que ella misma bendice en su catalogo; aunque también esta bendición guardándola en alemán para que ni sus hijos la entiendan.

He registrado a su solicitud miles de imágenes. Las he procesado en laboratorio digital una por una. Las he editado y así colaborado a su registración elemental.

A su solicitud le ayudé a clasificar obra para destinar a reparto familiar.

A su solicitud le ayudé a clasificar obra para sus muestras en Europa.

A su solicitud le abrí depósito en mi casa de obras que por sus dimensiones no entraban en la suya.

A su solicitud le busqué solución y mano de obra a marcos y soportes a obras de gran tamaño.

A su solicitud acompañé la "gestación" de no pocas obras de gran tamaño.

Compartí miles de horas con ella y nunca pedí créditos, ni bancarios, ni de estos que pudieran estar a cambio pidiendo guardar secretos.

Nunca habría de permanencer en cercanía de nadie para alimentar secretos.

Estoy a todas luces bien fastidiado y no quiero hacer de esto ningún secreto.

Cuando la obra sale a la calle cualquiera puede hablar de ella. Y la obra de Odell hace tiempo lo está. Bastante más posibilidades imagino haber tenido de alcanzar comprensión de la identidad profunda de esta obra habiendo permanecido al lado de Odell 22 años. Y a qué callarla?

La trascendencia comunicacional al parecer, arranca de la obra. Pero recorre tantos tejidos afectivos haciendo camino por vínculos acopiando memoria compartida, que la comunicación bien puede escapar a la obra y al artista; y la fecundidad alcanzar sobrada complejidad.

Ya no es una cuestión particular. Memoria compartida y ni qué hablar, memoria colectiva, hablan extensamente de ello.

La permanencia no es estar quieto en un mismo lugar; sino aceptar transitar los senderos que apura esta memoria; que ya de sobra me hacen sentir y mueven a dar noticia de su novedad. Si mi comunicación es tontería bien acreditado queda que la artista no comparte mis opiniones y no es su responsabilidad.

Cuidar la obra, ya sea como segundo o como tercero -en este momento me da lo mismo-, no es guardar sus secretos, sino ayudar a develarlos.

Eso aporta identidad. Y ese aporte a la identidad desde la obra de arte es generadora de un nivel de atracción y comprensión que siempre acerca reconciliación a esos territorios que habían quedado estigmatizados con el famoso y siempre descalificador "pecado original".

No quiero ni pensar la cantidad inefable de pecados originales que cargaron y cargan estas tribus, cuyos salvajismos fueron tan poco visiblemente poetizados.

Quien a 800 años de distancia descubra a una mujer poetizándolos, no lograría callar, ni encontraría sentido alguno en ocultarlo.

Eso equivaldría a ponerle un corsé a la tracendencia de la obra de arte, que no quiero ni calificar.

La reconciliación de tan estigmatizadas tracendencias aparece aun más oportuna cuando adverimos la fenomenal fusión de identidades que alcanzaron estas tribus, ya fuera cortando cabezas o comerciando.

Si alguna herramienta le faltó a ese imperio de nómades para sostener eficiencia en sus descomunales territorialidades, fue la comunicación.

En ausencia de comunicación, sólo quedaba la fusión de identidades como alternativa para sostener tan extendido imperio.

Hoy la comunicación no necesita fundir identidades para sostener la globalización planetaria.

Y en adición, el arte que ha escapado hace siglos a la veneración de absolutos, se ocupa de reconciliar identidades que, a qué dudar, habían quedado tapadas con los famosos "pecados originales".

El arte, logrando hablar con integridad de esos orígenes, -"integridad" de cuyos marcos hablaremos en otra oportunidad- sólo espera el momento de alcanzar trascendencia comunicacional que extienda los límites de la conciencia y abra algún estanque más del alma de los mortales.

Esa es una de las funciones primordiales del arte que jamás el alma y las raíces del artista quisieran olvidar; aunque a su conciencia, para vivir un poco más tranquilo, toda la Vida quisieran escapar.

Este es un punto crucial cuyas consecuencias personales no tengo ni idea cómo se resolverán. Para eso están los ángeles de guardia.

Francisco Javier de Amorrortu . 4.10.07

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