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También las hordas poetizan y alcanzan un día redención

Siempre me había parecido que el pueblo celta era uno de los que más había extendido sus matrices pasionales comunes en la historia de Europa.

Sin embargo, la impronta que han dejado las hordas mogoles, si bien mucho más cercana en el tiempo, fue tan extendida -mucho más allá de Europa- y tan globalizadora en términos de fusiones de etnias, de religiones, de relaciones comerciales, de fugacidades, de antropofagias -por llamar de algún modo a tantas de sus ferocidades-, que no imagino ningún correlato más afin para referir de tantos ciclos de nuestras barbaries, capitalismos salvajes y todo lo que desespera por poder y super extendidos imperios.

Usos y costumbres difíciles de imaginar poetizados. Sin embargo, más allá de estas brutas existencialidades y más acá de estos sus abismos florecidos, en el uno a uno, se nutre aun sin saberlo, la raíz que acompaña en el sostén de sus esfuerzos, a cada persona humana.

No quisiera detenerme en comportamientos que se descubren fugaces, nómades y autofagocitables. Pero al parecer, en la naturaleza humana está inscripto tanto el santo como el asesino; y si no fuera por ambos, cómo se poetizaría el infierno paraiso que de alguna forma y en algún momento acarician siempre nuestros destinos.

Por ello la obra de Odell me parece muy valiosa para sacar, o al menos enriquecer con acentuada sensibilidad la máscara que muchos imperios personales llevan consigo.

Esta obra está llena de recuerdos. No necesariamente fáciles de digerir, pero tan ciertos de nuestras pasiones, de nuestros esfuerzos, de nuestros sufrimientos, de nuestras naturalezas, de tanto que antecede a nuestras estructuras y culturas, que cómo no habría de valer el ver hordas recordadas en poesía, que aunque demoradas llegan por fin a conciencia en nuestros días.

Este pueblo mogol alcanzó imperios, pero cuánto dolor habría en ellos; antes y después de tantos atropellos.

Me resulta tan inesperado alcanzar en la obra de Odell a imaginar su demorada poetización, que no puedo menos que celebrarlo aunque no tenga con quien, sino con ellos.

Y cuán afortunado fuera una mujer, la que con sus caricias a la materia, con sus falanges laboriosas, sin detenerse, sin mirar de costado, acerque estas materias ocultas por las culturas, sin sus clásicas estructuras.

Qué hombre lograría ser más sincero sin que le fuera cercenada su cabeza.

Por ello está mujer no conoció la crítica. Nadie se arriesgaría por ella.

Si no estructuras, tú no eres arte, diría el macho.

Pues bien, esta mujer es su contrapartida. No estructura, pero acaricia. Y tal vez con eso baste y sobre para ser mujer. Y a esta esfera de la caricia no le arrimes dialéctica crítica, que para el arte de amar es herramienta interdicta.

La cantidad de obra y su coherencia, quieran con el paso de los años retener algo de la pasión y el amor del oso cavernario que todos hemos sido y aun en los inviernos de la Vida seguimos siendo.

Si hubiera un lugar en cada Vida para expresar ya entrado en años de jubileo, estos sentimientos; cuánto enriquecimiento profundo alcanzaríamos que pondría las cosas en lugar más abierto. Si esta obra en secreto intimida, en comunicación se extimida. Y de aquí estimo más saludable trascendencia.

Con qué tipo de riqueza está construída la obra de esta mujer. Con qué conocimiento. Con qué reflexión crítica. Con qué ideología. Con qué moda. Con qué ambición. Con qué modelo previo. Con qué dialéctica.

Con qué concierto que no fuera el más primario, primordial y pulsional. Ese que despectivamente apuntan al Ello. Tan constituídos estamos y tan pesimamente traducidos.

Qué superyo gobierna esta expresión de Odell. ¿Sería lo que es si atrás de este cuerpo oscuro estuvieran los hilos de este mentado superego? Nadie dude que está en primera fila esperando su crédito.

Ponerle a ese cuerpo oscuro, a esa materia prima el mote de "El ello", me resulta la más paupérrima castellana traducción, -a la que no le sobra pleonasmo-; que por su altísima carga de despectividad, sólo de la presunción de nuestra flaca conciencia con coherencia habla.

Aquí acerco breve recuerdo de "una piedra" que decía, "si vas a salir a decirlo de frente, deja la elegancia para el sastre".

Materia prima verdadera es lo que aflora en estos santos atropellos de la obra de Odell. Y es natural que reine el desconcierto. Pero nada hay que temer; sólo es estela demorada ocho siglos de poetización. Y muchas raíces festejan hoy por ello.

La globalización es pretendida por los imperios, contenida por los respetos a las identidades y enriquecida por el trabajo poético. Y en todos estos esfuerzos, con sujeción a distintos grados de libertad responsable, participan todas las Vidas.

Odell sostiene la energía que generan los imperios; y sin nunca olvidar ni dejar de sentir el sostén que sus raíces alcanzan a sus esfuerzos, entregada va de lleno con el mayor afecto a dar respuestas, sólo con trabajo poético;

. . . frutos estos, después de una larguísima Vida de esfuerzos, de su ganado jubileo.

Francisco Javier de Amorrortu

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