Como ayer, las princesas herederas por sangre de toda divinidad se han hecho construir un palacio de hierbas en la foresta. B. C.         

 
         
 

Rojos del Poniente y la Aurora, reflejando de ancestros, altísimos océanos de sangre que se derraman sobre los cielos; animando cada vida humana; bendiciendo sus terruños; pescando amores; cumpliendo sueños. Amores que siendo en primer grado suyos, son así tan nuestros.

Este retrato refiere de quien hace 15 años me hospedara en cálidos valles, animando e iluminando mis trabajos: la abuela paterna celta escocesa de mi segunda mujer, Estela Livingston;

a quien refiero como piedra vivencial, y memoro en aquel enorme granito circular - antigua piedra de molino con su agujero en el centro - que cual estela celta mimetiza resurrección. De aquel que habiendo sido desestructurado y molido al tamaño de un grano de harina, alcanzó a pasar por esa estrecha abertura, para renacer.

 
       
 

Lo que es raíz pertenece a una fuente. Lo que es ánimo a otra.

El esplendor, es su reunión.

La energía que mueve la savia y la que mueve el viento, son de altísima diferenciación. Como también sus identidades, a pesar de su atracción.

De ellas, y hacia ellas, de sus diferencias y atracciones, esta energía a destinos va.
Que sin diferencias, con sólo atracciones, muy pobre sería la función.

 

 

Mi esquizofrenia a pesar de imperceptible, es tan esdrújula como la relación que media entre los brotes y la madera.
Por este motivo me sugiere una y otra vez, hablar de los sujetos y entornos de esta madera.

Gnosis, que habiendo perforado hace dos décadas el manto celeste, no ha cesado de tallarla y acariciarla. Y que aun cuando los siglos pudieran imaginarla erosionada y petrificada, permanece en nuestros genes latiendo orgánica y actualizada.

 
 

 

Si de la madre del valle puede decirse que nunca muere, de E-Go puede decirse, que resuscita, aunque dos veces muera.

De lo que viene del espíritu en el alma, todo puede decirse. Porque todo lo dice; y a E-Go tanto bendice, como  maldice.

De E-Go nada que lleve el viento.
Sólo lo mueve, le desprende, le arranca, le acaricia y le amenaza.
Aun así, con gusto repito: permanente es el fluir de su contenida savia.

Todo lo que es viento, como también el fuego y el desaliento, son del espíritu.
Aunque  no obstante, fuego perenne hay de E-Go en su savia.
Todo lo que  constituye lo propio del alma recibe de E-Go cimientos y savia.

Todo lo que es espíritu  siempre necesita alojarse en alma, para revelarse a través de ella.  Aquí manifiesta al Hombre su atracción.

Al que primero reviste de amor; 
y luego con piel de asno, para que trepe la carga al cerro.
O plumas de colibrí, para invitarlo consigo al vuelo.
 
Finalmente este mismo espíritu dice que esa raíz  es cordero. Y pone a la vaca el cencerro.    Así se hace establo.

Por último y una vez más: el patrimonio no es viento. Aunque éste lo discierna y ayude a su sostén. Y juntos descubran su mutuo gozo esplendor.

La raíz es arquetipo silencioso propio. Por eso el espíritu se cubre con imagen y  apura funciones de arquetipo, para entrar en relación de éxtasis profunda con la raíz; y con el Hombre.

 
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