El paisaje construido está apoyado en este caso en muy afortunada preservación de antiguas arboledas, de las cuales sería imposible no mencionar al menos su cantidad y antigüedad. 450 grandes árboles cercanos a los 150 años. Otros 300 de 60 años. 1000 de 25 años. Y 1500 arbustos de igual edad. Todo ello en 12 hectáreas.

Las más recientes fueron seleccionadas en Van Heden por un monje trapense de edad mayor, licenciado en artes por la Universidad de Yale; habiendo forestado la trapa de Azul y encargado por décadas del jardín Zen del claustro. Nadie imagine que su mantenimiento está a la altura de este monje; pues estando el que suscribe todo el día ocupado en mil menesteres sólo alcanza a mantener la base de su desarrollo.

Importantes movimientos en relación a esta superficie y opuesto a las costumbres de planchar los suelos, me hacen estimar que algún espíritu se ha dado a recrear algo de añorados terruños.

Entre las zonas antiguas y las de posterior integración se muestran diferencias apreciables en sus desarrollos, facilitando por contraste sus aprecios.

No obstante, por todos lados aparecen muestras de carácter que resaltan el espíritu del lugar.

En una oportunidad entró al predio una persona muy sencilla y mayor que venía a entregar un recado. Al no encontrar a nadie se dio a recorrer el predio. Topándose conmigo, sin conocernos ni saber el uno nada de la existencia del otro, su primera pregunta fue:
“¿es esto un santuario?”.

 

Vista del Lago hacia el noroeste El Regimiento de Granaderos de San Martín frente al lago El Regimiento de Granaderos de San Martín frente al lago
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