25 años han pasado y aquí están los resultados de aquella fuerte sugerencia bíblica que nunca había advertido - tal vez, por apuntar en la desgracia a lo más elemental -, “tus manos te bastarán”.

No he leído un sólo libro en 25 años. Ya había leído antes hasta volverme loco.

Aquí nunca entró un albañil, ni un techista, ni un electricista, ni gasista, ni plomero; ni siquiera un jardinero que me ayude a cortar los pastizales. Mis muebles y los de mis hijos, son de mi factura.

No he proyectado una sola obra en 25 años. No proyecto; sólo eyecto.

Nunca mi presupuesto fue superior a aquel que en el Presupuesto General de la Nación se establecía para los locos y para los presos. Hace trece años era de $US106,80 por día. Esto es: $US3.250 por mes. La cárcel de Ezeiza costó $US 4.300 el m2. El Sheraton 5 estrellas de Pilar, llave en mano, $US 720 el m2. Algo tal vez ande muy mal resuelto en muchos cuerdos criterios.
Tal vez, cualquier lectura que se haga de esta locura en particular, logre iluminar un poquito algunas acreditadas corduras.

Recuerdo no haber recibido ayuda médica ni tomado media aspirina en 25 años. Tampoco he visitado brujos, ni maestros. Tampoco tomo yuyos. No tengo recetas otras que las que la Vida me regala cada día en las vigilias que acompañan el despertar.

A pesar de mis defectos, he tenido la suerte de ser amado y de amar. Y por esos amores y por el infaltable aprecio de mis cimientos y savias, sostengo afortunada permanencia en cercanía.

Mi creatividad reconoce tres recursos básicos: espontaneidad, privacidad y afectividad. Recojo mis lucros en estos ámbitos.

Amor al Huerto