Bastaría con vivir algunos de estos descalabros y localizaciones que narro para patenciar que Cuerpo y Alma, Con lugar suficiente para hospedar amores: transitivos e intransitivos; constituyendo trascendencia vientos para autoestima arriba y abajo, Espíritu Persona y E-Go Profundo De su unión nace una hija llamada Placer. Sus separaciones, desierto; y sol por donde desciende sabiduría. Antiguos Paraísos perdidos que solicitan y asisten nuestro
trabajo “poético”. Primarios embelesos de arquetipo colectivo que un día, más allá de la locura, en la Aurora nos descubre criaturas; y ella misma, La ley del “nada se pierde, todo se transforma”, resulta obvia cuando razón parental y razón vincular rescatan en aprecios cercanía. Bastante, empero, amenaza perderse cuando estas razones luchan y divorcian. Aquí tallan, aun desde supuesto olvido, ocultas, las arcas; que más allá y más acá del viento, las raíces y las savias, aunque siempre ocultas, sostienen en esfuerzo permanente guardia.
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