Mi casita en el Monte Lu

Pequeña Chabola Prerrománica Delvicense.


Lo de Chabola viene a cuento porque allí se guardan y activan variadas herramientas; y su habitante dice convivir internamente con un burro y un colibrí. Típico de los establos que se conformaban en las plantas inferiores de aquella base modular que desde el Cantábrico hasta los confines de Rusia y desde el Báltico hasta Sicilia dieron impronta, al parecer inagotable, a los cobijos y templos de aquellas criaturas que descendiendo por Asturias traían el legado del capital de gracias de un desaparecido Benito de Nursia.

Estas imágenes prueban que esa arquetípica tipología se ha sostenido en pie por quince siglos. Al igual que la originaria forma de construir, piedra sobre piedra, ladrillo por ladrillo. Permitiendo estos módulos, acceso bien personal a las escalas más humanas y desprotegidas; sin otros recursos que el carácter y la memoria de sus culturas; sin pérdida entonces, de identidad.. Este fue mi caso hace 17 años cuando me tocó en suerte construir con mis manos desprovistas de nobleza alguna por haber ejercido toda mi Vida con la cabeza, este, mi pequeño hábitat de 6,40 x 4,50 en dos plantas rodeadas y protegidas por Madre Natura. Entonces recordé que “Ticto”, una de las dos voces con que los griegos en tiempos de Homero llamaban al “trabajo”, todavía conservaba viva la onomatopeya de los golpes en las piedras cantando sus heridas.

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